lunes, 5 de agosto de 2013
El Bagrecico
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Historia de un Cañoncito
Historia de un Cañoncito
Según Palma no ha habido peruano que conociera bien su tierra y a los hombres de su tierra como don Ramón Castilla. Para él la empleomanía era la tentación irresistible y el móvil de todas las acciones de los hijos de la patria. Estaba don Ramón en su primera época de gobierno, y era el día de su cumpleaños (31 de agosto de 1849). Corporaciones y particulares acudieron al gran salón de Palacio a felicitar al supremomandatario. Se acercó un joven a su excelencia y le obsequió, en prenda de afectó, un dije para el reloj. Era un microscópico cañoncito de oro montado sobre una cureñita de filigrana de plata: Un trabajo primoroso; en fin, una obra de hadas. El presidente agradeció, cortando las frases de la manera peculiar muy propia de él. Pidió a uno de sus edecanes que pusiera el dije sobre la consola de su gabinete. Don Ramón se negaba a tomar el dije en sus manos porque afirmaba que el cañoncito estaba cargado y no era conveniente jugar con armas peligrosas. Los días transcurrieron y el cañoncito permanecía sobre la consola,siendo objeto de conversación y de curiosidad para los amigos del presidente, quien no se cansaba de repetir: "-¡Eh! Caballeros hacerse a un lado... , no hay que tocarlo..., el cañoncito apunta..., no sé si la puntería es alta o baja ..., no hay que arriesgarse... , retírense... , no respondo de averías.. ". Y tales eran las advertencias de don Ramón, que los palaciegos llegaron a persuadirse de que el cañoncito sería algo más peligroso que una bomba o un torpedo. Al cabo de un mes el cañoncito desapareció de la consola, para ocupar sitio entre los dijes que adornaban la cadena del reloj de su excelencia. Por la noche dijo el presidente a sus tertulios: ¡Eh! Señores ya hizo fuego el cañoncito... , puntería baja poca pólvora..., proyectil diminuto... ya no hay peligro... examínenlo". Lo que había sucedido es que el artífice del regalo aspiraba a una modesta plaza de inspectoren el resguardo de la aduana del Callao, y que don Ramón acababa de acordarle el empleo. La tradición finaliza con una moraleja en la que Palma manifiesta que los regalos que los chicos hacen a los grandes son, casi siempre, como el cañoncito de don Ramón. Traen entripado y puntería fija. Día menos, día más. iPum!, lanzan el proyectil.
Según Palma no ha habido peruano que conociera bien su tierra y a los hombres de su tierra como don Ramón Castilla. Para él la empleomanía era la tentación irresistible y el móvil de todas las acciones de los hijos de la patria. Estaba don Ramón en su primera época de gobierno, y era el día de su cumpleaños (31 de agosto de 1849). Corporaciones y particulares acudieron al gran salón de Palacio a felicitar al supremomandatario. Se acercó un joven a su excelencia y le obsequió, en prenda de afectó, un dije para el reloj. Era un microscópico cañoncito de oro montado sobre una cureñita de filigrana de plata: Un trabajo primoroso; en fin, una obra de hadas. El presidente agradeció, cortando las frases de la manera peculiar muy propia de él. Pidió a uno de sus edecanes que pusiera el dije sobre la consola de su gabinete. Don Ramón se negaba a tomar el dije en sus manos porque afirmaba que el cañoncito estaba cargado y no era conveniente jugar con armas peligrosas. Los días transcurrieron y el cañoncito permanecía sobre la consola,siendo objeto de conversación y de curiosidad para los amigos del presidente, quien no se cansaba de repetir: "-¡Eh! Caballeros hacerse a un lado... , no hay que tocarlo..., el cañoncito apunta..., no sé si la puntería es alta o baja ..., no hay que arriesgarse... , retírense... , no respondo de averías.. ". Y tales eran las advertencias de don Ramón, que los palaciegos llegaron a persuadirse de que el cañoncito sería algo más peligroso que una bomba o un torpedo. Al cabo de un mes el cañoncito desapareció de la consola, para ocupar sitio entre los dijes que adornaban la cadena del reloj de su excelencia. Por la noche dijo el presidente a sus tertulios: ¡Eh! Señores ya hizo fuego el cañoncito... , puntería baja poca pólvora..., proyectil diminuto... ya no hay peligro... examínenlo". Lo que había sucedido es que el artífice del regalo aspiraba a una modesta plaza de inspectoren el resguardo de la aduana del Callao, y que don Ramón acababa de acordarle el empleo. La tradición finaliza con una moraleja en la que Palma manifiesta que los regalos que los chicos hacen a los grandes son, casi siempre, como el cañoncito de don Ramón. Traen entripado y puntería fija. Día menos, día más. iPum!, lanzan el proyectil.
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Warma Kuyay
Warma Kuyay - José María Arguedas
Una vez Ernesto arrepentido de haber permitido que el cobarde indio azotara cruelmente a los animales fue al corral y abrazando y besando a la victima de aquella noche, le pidió perdón mientras el becerrito lo miraba dulce y humilde .Luego encaró a kutu y le exigió que dejara de torturar a los animales y le acusó de cobarde y asesino. El indio partió a todo galope, resentido.Dos semanas después pidió licencia y se marchó dejando a su mujer que le había sido arrebatada por otro hombre. Ernesto el niño enamorado, se quedó junto a Justina reconociendo que ella no lo podía amar por ser pequeño y que un hombre adulto le llevaría a su lecho sin que el pudiera evitarlo. Pero era feliz viviendo bajo el mismo pueblo y cielo que ella. Hasta que un día llevaron a Ernesto a otra ciudad donde lleno de nostalgia, en medio del bullicio, sufría recordando a la candorosa Justina.
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El Torito De la Piel Brillante
El cuento del torito de la piel brillante es la historia de un torito que nació y creció en el hogar de una joven pareja, proveniente de una comunidad campesina, el torito tenía la costumbre de acompañar por
Todas partes a su joven dueño .Hasta que un día el joven se puso a cortar leña a la orilla del lago mientras el torito comía totora y después de recogerla se fue, olvidándose de él. en ese instante salió un toro negro y grande del fondo del lago ,quien retó a una pelea de muerte al torito diciéndole:" Si tu me vences te salvarás, si te venzo yo, te arrastraré al fondo del lago”. El torito respondió que le era imposible pelear por que no tenía el permiso de su dueño; postergando el duelo hasta el amanecer. El toro negro aceptó la propuesta, no sin antes amenazarlo ante un posible arrepentimiento. El joven regresó de su hogar para buscar al torito y lo encontró en la montaña, allí escucho muy apenado todo la historia. Al amanecer, el torito se despidió de sus queridos amos aunque estos trataron de oponerse a su destino, el torito muy entristecido marchó a la cita diciéndole a su dueño:"subirás a la cumbre y desde allí me verás”. El hombre llegó a la cumbre de la montaña y desde allí pudo ver la ardua lucha entre los combatientes, que finalizó cuando el toro negro logró sumergir al torito, desapareciendo ambos animales en el agua. El dueño lloró y gritó como nunca y a su regreso hizo lo mismo su mujer; y aunque ambos criaron con mucho cuidado a la vaca madre del torito, esta nunca pudo alumbrar otro becerrito.
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martes, 30 de julio de 2013
LA VENGANZA DEL CONDOR
capitán González tenía que viajar urgentemente a Huaraz al ver durmiendo a uno de su indios lo castigó cruelmente con su látigo, pues quería que ensillara un hermoso caballo para realizar el largo viaje .El indio obedeció inmediatamente el mandato de su patrón, pero no regresó ,Él capitán tuvo que marcharse solo al no poder encontrarlo al que sería su guía .Dos horas después de su partida, el narrador-personaje ensilló su soberbia mula andariega para continuar su viajando; el indio apareció ofreciéndole su servicios para cruzar los caminos de los andes. Habían recorrido un buen trecho de la sierra cuando el indio le pidió que esperara un momento ,yéndose en un abrir y cerrar de ojos .AL poco rato un poderoso ruido retumbó en las montañas ;en la altura inmediata se veía una masa oscura parecida a un hombre o caballo que rodaba hasta caer abajo ,en un río espumante .A quince metros de distancia, el narrador vió un vuelo oblicuo de cóndores que atravesaban las montañas para llegar a devorar la presa caída .Estremecido de horror espero y al poco rato el indio volvió ,preguntándole si había visto rodar al capitán González
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