lunes, 5 de agosto de 2013
El vuelo de los condores
El vuelo de los condores
abraham entusiasmado por la llegada del circo a la salida de la escuela se fue al muelle a contemplar el desembarco de los artistas. Entre ellos vio a una niña rubia que le llamó mucho la atención. Tanta fue su impresión que el circo devino para él en una idea fija. Entre sueños, vio a todos los artistas desfilando delante de él, entre ellos a la niña rubia, que le miraba sonriente. De vuelta a la vida real, recibió una sopresiva y grata noticia: su padre había comprado entradas para que toda la familia fuera al circo a gozar con el espectáculo. Leyendo el programa, Abraham se enteró que uno de los números más emocionantes y peligrosos, denominado “el Vuelo de los Cóndores” sería realizado por una niña trapecista, apodada Miss Orquídea, que no podía ser otra que la misma criatura bella que viera en el muelle. Muy emocionado Abraham asistió al espectáculo. Ante sus ojos desfilaron el barrista que daba el salto mortal, el caballo que respondía los problemas de aritmética con movimientos de cabeza, el oso bailarín, el mono que hacía formidables piruetas y los graciosos payasos. Sin embargo, el número central era "El Vuelo de los Cóndores" cuya magnificencia se plasmaba en el ritmo gimnástico del movimiento y el suspenso generado en los asistentes.
Se trataba de que Miss Orquídea cambiase de trapecio desde una altura muy elevada. La belleza y la osadía de la prueba fue tan impactante que de lejos fue el más aplaudido. El clamor del público hizo que el dueño del circo ordenara la repetición del acto, pese a su peligrosidad. Pero esta vez la niña se soltó antes de tiempo y cayó, salvándole de una muerte segura la red protectora, aunque quedó muy herida. Abraham quedó muy apesadumbrado por este terrible accidente. El circo continuó sus funciones aunque ya no dieron más la acrobacia. Luego, en una de sus paseos habituales cerca al muelle, Abraham vio a Miss Orquídea postrada en un sillón, en la terraza de una casa situada frente a la playa. La vio muy pálida delgada Ocho días seguidos fue a contemplarla desde cierta distancia. La niña solo le sonreía. Al noveno día, Abraham ya no la encontró y entonces recordó que el circo estaba a punto de partir. Corrió entonces hacia el muelle, y llegó justo antes de que los artistas empezaran a embarcarse. Entre ellos divisó a la tierna artista, que tosía repetidamente; avanzando entre la muchedumbre logró alcanzarla. La niña lo miró e hizo un esfuerzo para brindarle una última sonrisa, diciéndole "adiós", que él correspondió de igual modo. Luego ya en el bote pequeño que la conducía al vapor , la niña sacó su pañuelo y de lejos lo flameó como último gesto de despedida. Abraham la contempló, moviendo la mano, hasta que la vio perderse definitivamente en el horizonte. El adiós de Miss Orquídea fue triste pero, no obstante, la dulzura de su espíritu quedó eternamente grabada en la memoria de Abraham.
Se trataba de que Miss Orquídea cambiase de trapecio desde una altura muy elevada. La belleza y la osadía de la prueba fue tan impactante que de lejos fue el más aplaudido. El clamor del público hizo que el dueño del circo ordenara la repetición del acto, pese a su peligrosidad. Pero esta vez la niña se soltó antes de tiempo y cayó, salvándole de una muerte segura la red protectora, aunque quedó muy herida. Abraham quedó muy apesadumbrado por este terrible accidente. El circo continuó sus funciones aunque ya no dieron más la acrobacia. Luego, en una de sus paseos habituales cerca al muelle, Abraham vio a Miss Orquídea postrada en un sillón, en la terraza de una casa situada frente a la playa. La vio muy pálida delgada Ocho días seguidos fue a contemplarla desde cierta distancia. La niña solo le sonreía. Al noveno día, Abraham ya no la encontró y entonces recordó que el circo estaba a punto de partir. Corrió entonces hacia el muelle, y llegó justo antes de que los artistas empezaran a embarcarse. Entre ellos divisó a la tierna artista, que tosía repetidamente; avanzando entre la muchedumbre logró alcanzarla. La niña lo miró e hizo un esfuerzo para brindarle una última sonrisa, diciéndole "adiós", que él correspondió de igual modo. Luego ya en el bote pequeño que la conducía al vapor , la niña sacó su pañuelo y de lejos lo flameó como último gesto de despedida. Abraham la contempló, moviendo la mano, hasta que la vio perderse definitivamente en el horizonte. El adiós de Miss Orquídea fue triste pero, no obstante, la dulzura de su espíritu quedó eternamente grabada en la memoria de Abraham.
Etiquetas:abraham | 0
comentarios
El Bagrecico
Etiquetas:fabula | 11
comentarios
Historia de un Cañoncito
Historia de un Cañoncito
Según Palma no ha habido peruano que conociera bien su tierra y a los hombres de su tierra como don Ramón Castilla. Para él la empleomanía era la tentación irresistible y el móvil de todas las acciones de los hijos de la patria. Estaba don Ramón en su primera época de gobierno, y era el día de su cumpleaños (31 de agosto de 1849). Corporaciones y particulares acudieron al gran salón de Palacio a felicitar al supremomandatario. Se acercó un joven a su excelencia y le obsequió, en prenda de afectó, un dije para el reloj. Era un microscópico cañoncito de oro montado sobre una cureñita de filigrana de plata: Un trabajo primoroso; en fin, una obra de hadas. El presidente agradeció, cortando las frases de la manera peculiar muy propia de él. Pidió a uno de sus edecanes que pusiera el dije sobre la consola de su gabinete. Don Ramón se negaba a tomar el dije en sus manos porque afirmaba que el cañoncito estaba cargado y no era conveniente jugar con armas peligrosas. Los días transcurrieron y el cañoncito permanecía sobre la consola,siendo objeto de conversación y de curiosidad para los amigos del presidente, quien no se cansaba de repetir: "-¡Eh! Caballeros hacerse a un lado... , no hay que tocarlo..., el cañoncito apunta..., no sé si la puntería es alta o baja ..., no hay que arriesgarse... , retírense... , no respondo de averías.. ". Y tales eran las advertencias de don Ramón, que los palaciegos llegaron a persuadirse de que el cañoncito sería algo más peligroso que una bomba o un torpedo. Al cabo de un mes el cañoncito desapareció de la consola, para ocupar sitio entre los dijes que adornaban la cadena del reloj de su excelencia. Por la noche dijo el presidente a sus tertulios: ¡Eh! Señores ya hizo fuego el cañoncito... , puntería baja poca pólvora..., proyectil diminuto... ya no hay peligro... examínenlo". Lo que había sucedido es que el artífice del regalo aspiraba a una modesta plaza de inspectoren el resguardo de la aduana del Callao, y que don Ramón acababa de acordarle el empleo. La tradición finaliza con una moraleja en la que Palma manifiesta que los regalos que los chicos hacen a los grandes son, casi siempre, como el cañoncito de don Ramón. Traen entripado y puntería fija. Día menos, día más. iPum!, lanzan el proyectil.
Según Palma no ha habido peruano que conociera bien su tierra y a los hombres de su tierra como don Ramón Castilla. Para él la empleomanía era la tentación irresistible y el móvil de todas las acciones de los hijos de la patria. Estaba don Ramón en su primera época de gobierno, y era el día de su cumpleaños (31 de agosto de 1849). Corporaciones y particulares acudieron al gran salón de Palacio a felicitar al supremomandatario. Se acercó un joven a su excelencia y le obsequió, en prenda de afectó, un dije para el reloj. Era un microscópico cañoncito de oro montado sobre una cureñita de filigrana de plata: Un trabajo primoroso; en fin, una obra de hadas. El presidente agradeció, cortando las frases de la manera peculiar muy propia de él. Pidió a uno de sus edecanes que pusiera el dije sobre la consola de su gabinete. Don Ramón se negaba a tomar el dije en sus manos porque afirmaba que el cañoncito estaba cargado y no era conveniente jugar con armas peligrosas. Los días transcurrieron y el cañoncito permanecía sobre la consola,siendo objeto de conversación y de curiosidad para los amigos del presidente, quien no se cansaba de repetir: "-¡Eh! Caballeros hacerse a un lado... , no hay que tocarlo..., el cañoncito apunta..., no sé si la puntería es alta o baja ..., no hay que arriesgarse... , retírense... , no respondo de averías.. ". Y tales eran las advertencias de don Ramón, que los palaciegos llegaron a persuadirse de que el cañoncito sería algo más peligroso que una bomba o un torpedo. Al cabo de un mes el cañoncito desapareció de la consola, para ocupar sitio entre los dijes que adornaban la cadena del reloj de su excelencia. Por la noche dijo el presidente a sus tertulios: ¡Eh! Señores ya hizo fuego el cañoncito... , puntería baja poca pólvora..., proyectil diminuto... ya no hay peligro... examínenlo". Lo que había sucedido es que el artífice del regalo aspiraba a una modesta plaza de inspectoren el resguardo de la aduana del Callao, y que don Ramón acababa de acordarle el empleo. La tradición finaliza con una moraleja en la que Palma manifiesta que los regalos que los chicos hacen a los grandes son, casi siempre, como el cañoncito de don Ramón. Traen entripado y puntería fija. Día menos, día más. iPum!, lanzan el proyectil.
Etiquetas:historia | 1 comentarios
Warma Kuyay
Warma Kuyay - José María Arguedas
Una vez Ernesto arrepentido de haber permitido que el cobarde indio azotara cruelmente a los animales fue al corral y abrazando y besando a la victima de aquella noche, le pidió perdón mientras el becerrito lo miraba dulce y humilde .Luego encaró a kutu y le exigió que dejara de torturar a los animales y le acusó de cobarde y asesino. El indio partió a todo galope, resentido.Dos semanas después pidió licencia y se marchó dejando a su mujer que le había sido arrebatada por otro hombre. Ernesto el niño enamorado, se quedó junto a Justina reconociendo que ella no lo podía amar por ser pequeño y que un hombre adulto le llevaría a su lecho sin que el pudiera evitarlo. Pero era feliz viviendo bajo el mismo pueblo y cielo que ella. Hasta que un día llevaron a Ernesto a otra ciudad donde lleno de nostalgia, en medio del bullicio, sufría recordando a la candorosa Justina.
Etiquetas:josé maria arguedas | 0
comentarios
El Torito De la Piel Brillante
El cuento del torito de la piel brillante es la historia de un torito que nació y creció en el hogar de una joven pareja, proveniente de una comunidad campesina, el torito tenía la costumbre de acompañar por
Todas partes a su joven dueño .Hasta que un día el joven se puso a cortar leña a la orilla del lago mientras el torito comía totora y después de recogerla se fue, olvidándose de él. en ese instante salió un toro negro y grande del fondo del lago ,quien retó a una pelea de muerte al torito diciéndole:" Si tu me vences te salvarás, si te venzo yo, te arrastraré al fondo del lago”. El torito respondió que le era imposible pelear por que no tenía el permiso de su dueño; postergando el duelo hasta el amanecer. El toro negro aceptó la propuesta, no sin antes amenazarlo ante un posible arrepentimiento. El joven regresó de su hogar para buscar al torito y lo encontró en la montaña, allí escucho muy apenado todo la historia. Al amanecer, el torito se despidió de sus queridos amos aunque estos trataron de oponerse a su destino, el torito muy entristecido marchó a la cita diciéndole a su dueño:"subirás a la cumbre y desde allí me verás”. El hombre llegó a la cumbre de la montaña y desde allí pudo ver la ardua lucha entre los combatientes, que finalizó cuando el toro negro logró sumergir al torito, desapareciendo ambos animales en el agua. El dueño lloró y gritó como nunca y a su regreso hizo lo mismo su mujer; y aunque ambos criaron con mucho cuidado a la vaca madre del torito, esta nunca pudo alumbrar otro becerrito.
Etiquetas:cuento,infantil | 0
comentarios
Suscribirse a:
Entradas
(Atom)