viernes, 21 de junio de 2013


LA AGONÍA DE  RASU- ÑITI
JOSE  MARÍA ARGUEDAS 




La agonía de Rasu Ñiti “es una escena de ballet, con la danza del bailarín de la altura (Dansak: bailarín): “Rasu Ñiti, que aplasta la nieve), con el cuadro mágico de los concurrentes a este baile final, donde el oficiante, el dansak “Rasu Ñiti”, está envuelto en las ricas vestimentas que lo particularizan: el tapavala adornado con hilos de oro; la montera; sobre cuyas inmensas faldas, entre cintas labradas; brillan espejos en formas de estrellas; sombrero; del cual caía una rama de cintas de varios colores; pantalones de terciopelo y zapatillas. 

La música que acompaña al dansak “Rasu Ñiti” se siente en variadas tonalidades, y es interpretada por “Lurucha”, el arpista, y por don Pascual, el violinista. “Rasu Ñiti” estaba tendido en el suelo de su habitación, sobre una cama de pellejos. Por la única ventana, cerca del mojinete entraba la luz del sol que daba sobre un cuero de vaca que colgaba de unos de los maderos del techo y, la sombra producida, caía a un lado de la cama del bailarín. 

A pesar del oscuro del ambiente, era posible distinguir las ollas, los sacos de papas, los copos de lana, y aun los cuyes cuando salían algo espantados de sus huecos u exploraban en el silencio. Cuando sintió que era ya el momento, se levantó y pudo llegar hasta la petaca de cuero que guardaba su traje de dansak y sus tijeras de acero. Se puso el guante en la mano derecha y empezó a tocar las tijeras. 

La mujer del bailarín y sus dos hijas que desgranaban maíz en el corredor, corrieron a la puerta de la habitación cuando oyeran las tijeras que sonaban mas vivamente. Encontraron a “Rasu Ñiti” que se estaba poniendo la chaqueta ornada de espejos. El bailarín pidió a su mujer que llamaran al “Lurucha” y a don Pascual, porque ya el corazón le había avisado que había llegado el momento en que el tenÍa que recibir al Wamani (Dios montaña que se presenta en figura de cóndor).


“Rasu Ñiti” sentía que el Wamani le estaba hablando directamente al pecho; pero su mujer no podía oírlo. La mujer se inclinó ante el dansak y le abrazó los pies. Estaba ya vestido con todas sus insignias, un pañuelo blanco le cubría parte de la frente. 

La seda azul de su chaqueta, los espejos, la tela roja de los pantalones ardía bajo el angosto rayo del sol que fulguraba en la sombra del tugurio que era la casa del indio Huancayre, el gran dansak “Rasu Ñiti”, cuya presencia se esperaba, casi se temía y era luz de la fiestas de centenares de pueblos. 

Cuando el bailarín interrogó a su mujer sobre si veía al Wamani sobre su cabeza, esta le contestó que sí, que era de color gris y que la mancha blanca de su espalda estaba ardiendo. 

El tumulto de la gente que venía a la casa del bailarín se oía ya muy cerca. Cuando las hijas del danzarín, que habían ido a llamar al Lurucha” y a don Pascual, regresaron, Pedro Huancayre el gran dansak “Rasu Ñiti” , ya tenía el pañuelo rojo en la mano izquierda. Su rostro enmarcado por el pañuelo blanco, casi salido del cuerpo, resaltaba por que todo el traje de color y luces y la gran montera lo rodeaban , se diluían para alumbrarlo,; su rostro cetrino casi no tenía expresión.

Solo sus ojos aparecían hundidos como en un mundo, entre los colores del traje y la rigidez de los músculos. “Rasu Ñiti” empezó a tocar las tijeras. Cuando llegó Lurucha, el arpista del dansak, tocando, ya la fina luz del acero era profunda; le seguía don Pascual, el violinista. El Lurucha, que comandaba siempre el dúo, hacia estallar con su uña de acero las cuerdas de alambre y las de tripa. 

Tras de los músicos marchaba un joven: “Atok Sayku”, el discípulo de “Rasu Ñiti”. También se había vestido; pero no tocaba las tijeras. “Rasu Ñiti” vivía en un caserío no más de veinte familias. Los pueblos grandes estaban a pocas leguas. Tras de los músicos venía un pequeño grupo de gente. Cuando “Rasu Ñiti” sintió que ya el final se acercaba, pidió al arpista que tocara.







RESUMEN:
Él pongo  un hombrecito de baja estatura, de mano muy pequeña, sus ropas viejas, y de  carácter débil. Él  se presentó en el patio de la casa-hacienda, donde el patrón le dijo  por lo menos sabrás lavar, para algo te servirán estas manos. El patrón ordenó al capataz de la hacienda, diciendo llévate  esta inmundicia de aquí. Así fue como el pongo entraría en casa del patrón. El pongo casi nunca hablaba, Hablaba en cuanto se lo daba una orden, y decía, sí papacito, sí mamacita, y hacía muy bien las cosas que se le ordenaba. El patrón martirizaba al pongo cuando todos los sirvientes se reunían   por las noches a rezar el ave maría. Le hacia poner en forma de perro, inclinado de cuatro patas, y le decía tu eres perro, ladra, el pongo ladraba imitando el ladrido de un perro. El patrón soltaba carcajadas al ver al pongo así. Él patrón ahora le decía corre, el pobre pongo corría de cuatro patas hasta el final del corredor de la casa-hacienda, y luego regresaba cansado y agitado. El patrón le decía ahora vizcacha, el pongo se ponía en forma de vizcacha, con las manos altas y las rodillas dobladas, como las vizcachas cuando están sobre una roca. Después de ser tratado mal, el patrón le decía vete pancita. Así era tratado el pongo, cada noche que se rezaba el ave maría. Hasta que una noche el pongo le dijo al patrón si me lo permite quisiera contarle mi sueño. El patrón le dio la orden de contar el sueño. Entonces el pongo dijo, soñé que habíamos muerto, y que al estar muertos estábamos desnudos ante el padre San Francisco. El padre examinó nuestros corazones y como éramos. En eso el padre San Francisco ordenó a que vinieran a acompañarle a usted el ángel más hermoso, a ese incomparable que lo acompañe otro ángel más pequeño y hermoso. y dijo también que el ángel pequeño traiga una copa lleno de miel. Al instante aparecieron los dos ángeles el pequeño con la copa llena de miel. y después el padre san francisco dijo venga el ángel menos importante y traiga en un tarro de gasolina con excremento humano ,en eso apareció un ángel viejo y estaba cansado, con las alas caídas. Dijo  el padre san Francisco al ángel hermoso, que lo cubriera a usted patrón con la miel ,y así fue cubierto de miel ,se veía resplandeciente patroncito. Así tenía que ser, dijo en eso el patrón que escuchaba el sueño; Al ángel viejo, dijo cúbrelo a este despreciable con el excremento y así me cubrió con excremento patroncito. El padre San Francisco dijo todo cuanto los ángeles debían hacer ya está hecho. Ahora lámanse el uno al otro, por mucho tiempo. El viejo ángel rejuveneció en ese mismo instante. Sus alas se recuperaron, su fuerza.
 Así termina está historia el sueño del pongo,con la reivindicación del pongo.

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